05 Mar
05Mar

Aprendiendo a Respetar los Ritmos del Niño

Por Vanessa Ferrer Matos

 

Todo en la naturaleza posee su propio ritmo, posee sus propios ciclos, sus propios tiempos y sus momentos específicos para gestarse y florecer, y aunque en ocasiones lo olvidemos, el ser humano también es naturaleza, el niño también es naturaleza.  Sin darnos cuenta muchas veces no respetamos los procesos naturales de nuestros niños, su necesidad espontanea de independencia, de investigar el mundo, de descubrir, de conocer, o por el contrario, buscamos acelerar procesos de maduración, de comprensión y entendimiento, procesos que forman parte de nuestra evolución y crecimiento, pero que se dan en el momento exacto en el cual corresponde que se den, no antes ni después.

Cada niño es un ser único que posee su propio ritmo y forma de madurar, de desarrollarse y aprender, y desde muy pequeños podemos comenzar a percibir las dificultades y fortalezas que trae cada uno consigo, las dificultades pueden convertirse en grandes dones si vamos aprendiendo a aceptarlas y a pacientemente trabajarlas, pero para ello es vital primeramente aceptar el lugar exacto donde el niño está.  Solamente con el hecho de desear que esté en un lugar diferente sin aceptar verdaderamente lo que está siendo, sin abrirnos a vivir plenamente el proceso que está viviendo, dejamos de respetar sus ritmos y tiempos, sin ser conscientes de lo necesario que es permitir que atraviese cada eslabón de su propio aprendizaje, estamos olvidando que cada cosa tiene su momento, y que se dará cuando tenga que darse de la manera en la que tenga que ser.  Las expectativas, el creer que sabemos lo que ha de suceder, no nos permite abrirnos a lo que el niño en este momento nos está revelando, lo que está exponiendo, no nos permite aceptar lo que en este momento Es y fluir con lo que está aconteciendo para desde allí acompañar o soltar a fin de favorecer a su desarrollo, apoyando a que se exprese la potencia de su Ser.  Causaría un impacto indigerible e imposible de gestionar si intentamos forzar al niño a caminar cuando su estructura corporal no está aún preparada para andar, o si pretendemos que haya un entendimiento matemático cuando su cerebro aún no está lo suficiente maduro para poder efectuarlo, el árbol únicamente da sus frutos cuando está preparado para realizarlo.  

Por ello, nuestro rol principal como adultos, que a la par de nuestros niños estamos aprendiendo a respetar nuestros propios procesos y a acompañarnos en ellos, es buscar cultivar un ambiente, tanto interno como externo, que abastezca, que nutra y que posibilite el desarrollo del niño sin etiquetar ni juzgar, dándole lugar a lo auténtico, a lo diferente, valorando la diversidad.  Se trata de aprender a nutrir sin empujar, sin sobre intervenir, sin saturar, sintiendo un profundo respeto por cada uno de sus procesos y teniendo plena consciencia de que todo se dará cuando se tenga que dar, para que pueda crecer y expresarse en su forma única y particular, para que pueda expresar toda su belleza y su potencia, todos tenemos nuestra manera individual de vivir y transitar en esta tierra y en ella residen los regalos que hemos venido a entregar al mundo.

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.
ESTE SITIO FUE CONSTRUIDO USANDO